Es por la noche cuando más pienso en ti. Cuando la cama se ahueca para envolverme y el edredón me arropa. Cuando mi almohada pone la oreja para escuchar mi historia contigo y de la que dejamos constancia sobre el cuaderno que vive en mi mesilla. Cuando mi perro se acuesta a mi lado y con su hocico intenta secar mis lágrimas.
Es por la noche cuando más pienso en ti, cuando más te quiero, más te deseo, más te anhelo y más te odio…porque no me dejas dormir.
Algún día rozarás mis labios. Sentirás como me dejo mecer alrededor de tu cuello y mi sabor penetrará en ti…despacio.
Estrecharás intensamente y firme, tu cuerpo al mío, y a medida que la temperatura suba, tu ansia no saciarás sólo con eso.
La piel florecerá en la estación del deseo, y descubrirás todo lo que el invierno de tu razón te ocultaba.
Disfrutarás.
Y en esa primavera de los sentidos permaneceremos…algún día.
Como una locomotora, como un avión que rompe la barrera del sonido, como un tren de alta velocidad, como una nave aeroespacial que corta las capas terrestres para alcanzar el universo…así de veloz fue aquel beso que me dio.
- ¿Lo ves?- le dije con una sonrisa triunfante en mi cara- la Tierra no ha implosionado, la Luna no ha caído, las estrellas no han colisionado entre sí, el Sol no se ha fundido; la gente no salta al vernos y los niños no nos señalan; los perros no aúllan desde sus balcones y los edificios siguen en pie en sus calles tranquilas. No pienses tanto... y bésame otra vez…
No le dije, claro, que todo lo contrario pasaba en mi interior, acompañado de una música atronadoramente bella.
Salvo quizás, por esa casi imperceptible gota de sangre seca que se confundía con el resto de los colores, la obra era perfecta. Así que decidido, colocó el lienzo junto a los demás para la exposición. ¿Quién notaría un punto insignificante?
Él mismo se encargó del traslado. No permitía a nadie, ni a su propio marchante, absorber su trabajo antes de ser expuesto…en eso consistía su fama…era puro espectáculo, todo un acontecimiento.
Las puertas se abrieron a las ocho de la tarde, el primero en entrar fue el comisario encargado de la galería, seguido de las diferentes personalidades…alcalde, concejal y demás entidades culturales quedaron paralizadas ante el lienzo.
Desde una esquina sonreía satisfecho de su creación…su estado psicótico era de un grado inmensurable…la gente lloraba, vomitaba, gritaba…y es que suspendido al lienzo se mostraba una cabeza mutilada, sin cuerpo…como una gota macabra y sangrienta maquillada de diferentes colores.
Mejor el dragón que mamá. Había sopesado las dos variantes: amor de madre o mito viril…no dudé.
Era un dragón enorme con sus alas desplegadas, su enorme cola de reptil saurio y esa mandíbula acolmillada…me iba a enfrentar al reto. Tardaría varios días en acabar con él, pero merecería la pena. Así que aquella misma tarde me dirigí al salón de tatuajes y señalé al dibujante mi elección. - ¿Y dónde quieres el animalito?- preguntó.
Mostré mi brazo enclenque y sin rayos uva. Él, su arsenal de agujas. Suficiente para pensar en mamá y abatir el mito…
Y es que su nombre ocupaba menos.