Soñé que soñaba soñar con nubes de colores bajo un cielo verde mar…y en la góndola de la ilusión, mi pie rozaba el agua del infinito en un chapoteo silencioso…
Soñé que soñaba zambullirme en algodón de azúcar, mientras levitaba sobre mi corazón de piruleta, al que una niña se aferraba saboreándolo como el más preciado tesoro…desgastándolo.
Soñé...y mientras levitaba en mi devenir de ensoñaciones de libélula, como tal, transitaba sobre un lago púrpuramente azulado con nubes coloreadas al óleo...y me hice amiga de una luciérnaga, que por el camino hacia mi despertar, me contó la vida del hacedor de sueños que vivía en el quicio de una ventana primaveral.
El hacedor está enamorado- me contaba la luciérnaga, mientras bamboleaba su trasero hecho de diminutas estrellas-pero es incapaz de confesarle su amor a la dama de sus propias creaciones. Ella no es etérea, no es fruto de su labor, es real como tú y como yo, y es triste, que el propio hacedor, no tenga más que tristes sueños por su desamor.
-Y ¿cuál es el motivo de su silencio?- y mis oídos se extrañaron al escuchar mi propia voz, similar al sonido de una gotita de lluvia al caer.
- Ella es el viento…y no la puede tocar. Libre y carente de hogar. Es inconstante…y el pobre hacedor…jamás la podrá besar…siquiera nombrar.
El camino hacia mi amanecer iba llegando al final…el sol de la mañana se translucía a través de mis alas…y mientras mis ojos luchaban por seguir cerrados, vislumbré como mi amiga la luciérnaga apagaba mis sueños…y el hacedor, su lamento.