Comparte piso en la zona centro de la ciudad con una amiga desde hace años. Eligió el centro pese a lo costoso de los alquileres, pero compartiendo se hacía más llevadero el arrendamiento. Esto le permitía salir a dar largos paseos por las calles más concurridas…parques, zonas comerciales y edificaciones…
Le encantaba ir de compras, aunque solo fuera a por el periódico los domingos. Vivir y envolverse entre la gente que la rodeaba eran un pasatiempo al que no renunciaba. Vestirse, probarse y coquetear con la moda una ilusión diaria.
Trabajaba a la vez que se sacaba sus estudios de arquitectura, aunque realmente de lo que disfrutaba era del proceso creativo, por lo que se estaba planteando comenzar en la Facultad de Bellas Artes y abandonar la arquitectura…al menos sus estudios, que prácticamente no podía compatibilizar con su jornada laboral.
Era secretaria en un estudio de arquitectura. Fue un chollo conseguir aquel trabajo, gracias a un familiar, a un favor pendiente y a sus mínimos escarceos con la mecanografía.
Luján y Suárez eran los arquitectos “semioficiales” de la ciudad. Consiguieron su riqueza gracias a buenos proyectos y a muchos conocidos entre la concejalía de urbanismo. Contrataron a Emma casi desde el comienzo y se había ganado a pulso su puesto. En ocasiones, incluso, aportando innovadoras ideas. Tenía talento, de eso no cabía duda.
Conoció a Roberto cuando este comenzó a trabajar para su padre (Pedro Luján). La atracción que sintió por él desde el principio, tuvo que ser reprimida, ya que se trataba del hijo de su jefe…pero ante el interés de este, y su constancia e insistencia en ella, tuvo que dar rienda suelta a las emociones.
Mantuvieron una relación estable, como cualquier otra pareja con altibajos, pero nunca carente de cariño y emoción. Mientras que Emma era la parte vital y soñadora, Roberto era más centrado y pasivo…pero a ambos les encantaba dejarse llevar a la aventura.
Nunca decidieron dar el paso de la convivencia, creían en la individualidad de cada uno…si bien es cierto que podían pasar interminables noches y días juntos en cuatro paredes.
Trabajar juntos nunca supuso un problema para ninguno, pues cada cual supo mantenerse en su labor, para centrarse mejor en su vida conjunta. Se complementaban perfectamente.
La vida les iba bien, hasta que Emma empezó a fatigarse con asiduidad. Subir las escaleras del tercer piso, sin ascensor, de las oficinas, empezó a resultar poco menos que una maratón de 100m lisos.
La genética es lo que tiene…y al igual que su padre tenía un corazón débil. Tras varios estudios, pruebas y demás visitas hospitalarias, se llegó a la conclusión de que lo más efectivo era un transplante que nunca llegó.
La monotonía de la vida en un hospital y un donante que nunca apareció, apagaron el corazón de Emma. Tras varios días resistiendo lo inevitable se despidió del amor y la familia en una tarde de verano.
Le encantaba ir de compras, aunque solo fuera a por el periódico los domingos. Vivir y envolverse entre la gente que la rodeaba eran un pasatiempo al que no renunciaba. Vestirse, probarse y coquetear con la moda una ilusión diaria.
Trabajaba a la vez que se sacaba sus estudios de arquitectura, aunque realmente de lo que disfrutaba era del proceso creativo, por lo que se estaba planteando comenzar en la Facultad de Bellas Artes y abandonar la arquitectura…al menos sus estudios, que prácticamente no podía compatibilizar con su jornada laboral.
Era secretaria en un estudio de arquitectura. Fue un chollo conseguir aquel trabajo, gracias a un familiar, a un favor pendiente y a sus mínimos escarceos con la mecanografía.
Luján y Suárez eran los arquitectos “semioficiales” de la ciudad. Consiguieron su riqueza gracias a buenos proyectos y a muchos conocidos entre la concejalía de urbanismo. Contrataron a Emma casi desde el comienzo y se había ganado a pulso su puesto. En ocasiones, incluso, aportando innovadoras ideas. Tenía talento, de eso no cabía duda.
Conoció a Roberto cuando este comenzó a trabajar para su padre (Pedro Luján). La atracción que sintió por él desde el principio, tuvo que ser reprimida, ya que se trataba del hijo de su jefe…pero ante el interés de este, y su constancia e insistencia en ella, tuvo que dar rienda suelta a las emociones.
Mantuvieron una relación estable, como cualquier otra pareja con altibajos, pero nunca carente de cariño y emoción. Mientras que Emma era la parte vital y soñadora, Roberto era más centrado y pasivo…pero a ambos les encantaba dejarse llevar a la aventura.
Nunca decidieron dar el paso de la convivencia, creían en la individualidad de cada uno…si bien es cierto que podían pasar interminables noches y días juntos en cuatro paredes.
Trabajar juntos nunca supuso un problema para ninguno, pues cada cual supo mantenerse en su labor, para centrarse mejor en su vida conjunta. Se complementaban perfectamente.
La vida les iba bien, hasta que Emma empezó a fatigarse con asiduidad. Subir las escaleras del tercer piso, sin ascensor, de las oficinas, empezó a resultar poco menos que una maratón de 100m lisos.
La genética es lo que tiene…y al igual que su padre tenía un corazón débil. Tras varios estudios, pruebas y demás visitas hospitalarias, se llegó a la conclusión de que lo más efectivo era un transplante que nunca llegó.
La monotonía de la vida en un hospital y un donante que nunca apareció, apagaron el corazón de Emma. Tras varios días resistiendo lo inevitable se despidió del amor y la familia en una tarde de verano.
11 comentarios:
Este final es mas habitual de lo que nos pensamos, nadie está a salvo, nadie.
Supongo q no...por eso hay q disfrutar mientras tanto no crees???...Emma lo hizo.
Saluditos Tom...m encanta verte x aqui!
Pues su vida ha sido corta como tu relato. Has contado mucho con muy pocas palabras, llegó, disfrutó un poco y se fue. Snif. No somos nada. Un beso Isabel!
Breve pero intensa!!!fue feliz!!
Gracias x seguir pasando Andrea!!
Ainsss....Cierto es q la vida es efímera,tenemos q disfrutar de cada momento,y si nos apetece hacer algo,no dejarlo para después,para más tarde,para mañana...Es una muy buena filosofía de vida.Y pese a q muchos te puedan tachar de egoísta y de desconsiderado,la vida sólo es una,y de cada uno de nosotros depende el Cómo Vivirla!!!
PD: Tal vez siga sintiéndome aludida en mi blog ya q es un temita q me toca la vena sensible..jejejeje
Besitos.-
Pues si...muxos deberian d aplicarselo...
Q siga la historia claro!!!
Besitos Omita.
Mejor disfrutar y desteñirse rápidamente que ir apagándose poco a poco...Que fué o es de Roberto?
Sísifo...pues lee mi relato "sonido acoplado"...pero t adelanto q sin ella su razón voló...leélo y saca tus conclusiones...
Gracias por seguir pasando.
Saluditos.
Conclusión: Al final el claxon no era más que la alarma del despertador que consiguió su fin y roberto se levantó empapado en sudor y tembloroso al ver que su inconsciente le recordaba el temor a perder a Emma...La miró y se fué directo a la ducha mientras se arrepentía de la estúpida discusión que tuvieron anoche...tras la ducha se vistió y cerro la puerta de casa temiendo que su pesadilla se hiciera realidad
UFF que triste historia.. aunque por lo que leo, ella fue feliz mientras duró! Eso es lo importante.
Saludos desde el living
Puessss sísifo...supongo q cada uno imagina su final...el mío en esta ocasión es d los tristes, lo siento...el sonido del claxon es del coche q le atropelló al salir corriendo tras su chica...
Martín!!!siiii...muy feliz!!!q ilusión verte por aquí!!!
Gracias a los 2 x seguir pasando.
Saluditos.
Publicar un comentario