viernes, 30 de septiembre de 2011

Suicidio romántico...

Tras la última comedia romántica, decidió suicidarse. Comenzaría por lanzar su corazón por la borda de la sinrazón sensible, para luego cortar sus venas recorridas de pasión irrisoria, y para rematar, acabaría con la cabeza en el horno de gas, y fulminar así, las ideas utópicas del amor principesco.
Como en Bridgete Jones, se figuró devorada por su perro, puesto que ningún pirata Rogers acudiría en su ayuda, ni la despertaría con un beso mágico como a Blancanieves.
Habría, eso si, un funeral, pero ninguna de las cuatro bodas siguientes sería la suya…sino las de sus mejores amigas, que dichosas, acabarían viviendo en una casa blanca con ventanas azules.
Ante tal consecución de los hechos, imaginó también lo opuesto (antes de cualquier acto hay que baremar las posibilidades): las citas que perdería al no estar para recibir un mail de su admirador secreto, las largas introspecciones preguntándose ¿qué les pasa a los hombres?, y ¡como no!, le horrorizó la idea de que ningún actor famoso se enamorara de ella en un jardín privado de Notting Hill.
Así que sopesando las probabilidades imposibles, decidió lo más sensato, apagar la caja tonta. De algún sitio le viene el nombre…

lunes, 12 de septiembre de 2011

What's up Doc?

Fue un flechazo. Sintió la saeta atravesándola, lo cual provocó una herida dolorosa en el pecho que no sabía explicar…porque incomprensiblemente no había huella de impacto.
Intentó demostrar a su médico que estaba ahí…aunque no apareciera en las radiografías…que no soportaba la ansiedad en el pecho. Apenas podía respirar y las lágrimas caían descontroladamente.
El dolor era tal, que no la dejaba descansar en las noches y fatigada deambulaba por sus días como una sombra gris, apenas perceptible sobre el negro asfalto.
Se le diluían los pensamientos y la concentración había pasado a ser un enemigo esquivo.
Intentaba evadirse escuchando algo de música, pero casualmente todas la hacían sentirse peor. Derrotada, cansada, hundida…era puro desorden existencial ante cualquier melodía desencadenada…

-¿Qué me pasa Doctor?-acertó a decir.

Su médico, sin más, le recetó un ansiolítico y la envió al psiquiatra. Estaba claro que aquel hombre no entendía absolutamente nada de la enfermedad del amor.