viernes, 26 de marzo de 2010

La mano consciente.

La mano consciente, vívida y autónoma, se paseaba tal cual araña. Arrastraba sus delgadas falanges, sensibles al tacto rugoso de la pared que, para ella, a falta del sentido visual, carecía de color. Apreciaba, sin embargo, su dureza, su deformidad y su sed…
La árida capa de pintura iba deshidratando a marchas forzadas su delicada piel. La arrugaba, y en el arrastre, la arañaba y ajaba.
La agonía que invadió entonces a la mano animada, fue en aumento en la medida que se le escapaba su meta, que no era otra que hallar la luz…sus movimientos se tornaron más coléricos y acelerados...allí tenía que estar el interruptor que le diera muerte, que la convirtiera en una extremidad más de un cuerpo mutilado en la vigilia cerebral, en el sueño que no es sueño y que busca despertar.

viernes, 19 de marzo de 2010

Especie en extinción.

Soy de las que empieza la casa por el tejado, sin cimientos para sostenerla, porque flota sobre las nubes. De las que, por tanto, vive en el aire, porque en la tierra los pies descalzos la hacen tropezar continuamente con duendes de jardín. De las que vuela con alas prestadas a mariposas encantadas, y sale a pasear entre flores de miles de colores.
Soy de las que se enamora con el primer beso, porque es más lindo, porque lo siento más…porque las hadas me han contado cuentos de príncipes encantados, y no quiero que, cuando lo encuentre, se defraude con la indiferencia.
De las que susurra deseos a los dientes de león, a las estrellas fugaces, tira monedas en los pozos y busca la suerte en todas partes.
Soy de las que salta en los charcos, de las que canta canciones en alto mientras va caminando, de las que cuando cae se levanta y de esas a las que la noche no espanta.
Soy fugaz, veleta, soñadora, inconsciente y presumida, de las que mira bonita la vida, de las que escucha y parlotea, de las que juegan con la marea, de las que te da la mano sin condición, de las que saben pedir perdón…no quiero pensar que soy una especie en extinción.

martes, 2 de marzo de 2010

Bizca.

Mi corazón te distinguió a través del ventanal del bar. Recorrí el paso de tu silueta hasta que se detuvo delante de la puerta de entrada…y allí “plantado”, te quedaste mirándome a los ojos, sin entrar, sin ni siquiera hacer el disimulado tropiezo de buscar a alguien…y tras cinco segundos (1,2,3,4,5)… eternos…te marchaste con mis ojos.
¡Ladrón, bandido, forajido!, devuélveme la mirada que te llevaste, pues no puedo trabajar, ni comer, ni dormir…tengo un ojo mirando a Roma y otro detrás de tí.