viernes, 29 de mayo de 2009

Roberto (y Emma).

Terminó sus estudios de arquitectura en Inglaterra (Londres), donde residió durante casi 8 años. Durante esa época tuvo varias relaciones que nunca fraguaron. Disfrutaba de las mujeres y del amor, pero el compromiso y fidelidad nunca estuvieron entre sus ideas, hasta que conoció a Emma.
Su padre (Pedro Luján), costeó por completo sus estudios, pero pese a ello, trabajaba algunos fines de semana en un starbucks cerca de Picadilly Circus, para disponer de sus caprichos.
Compartía piso con Paul, estudiante de Historia y al que estaba muy unido desde su llegada a la ciudad.
Tuvo una infancia feliz y disciplinada, su padre le inculcó desde pequeño el amor por la arquitectura. Recordaba de la niñez las tardes compartidas junto a las maquetas que su padre creaba y con las que jugaban a imaginar vidas.
Le costó mucho dejar aquella ciudad donde prácticamente había crecido su carácter, pero la oportunidad que el estudio de su padre le brindaba para poder llevar a cabo sus proyectos, era imposible de despreciar.
Conoció a Emma en su primer día de trabajo en Luján y Suárez. Atraído inexplicablemente por ella, supo desde el primer momento que la deseaba, y sus rechazos no fueron impedimento. No era un hombre caprichoso, pero si le gustaba una mujer, sabía como ganársela.
Las excusas de Emma cayeron rápidamente en el vacío e incluso su padre, jefe de ambos, no puso oposición.
Los sueños de Emma despertaban en Roberto su parte inconsciente que mantenía más dormida. Él se caracterizaba sobretodo por una personalidad pasiva, centrada y en algunos aspectos más realista. Por ello, se compatibilizaban. Emma le hacía soñar.
Nunca quiso dar el paso del compromiso…o más bien de la vida en común, porque se daba cuenta que eso mataría lo que compartían…lo cual no quitaba “vivir” con ella en ocasiones, separados del mundo. Siempre pensó que sus sentimientos eran más fuertes que los de ella, aunque nunca tuvo oportunidad de confirmarlo. Él la necesitaba más y no le importaba aceptarlo.
Trabajar juntos nunca supuso un problema para ninguno, pues cada cual supo mantenerse en su labor, para centrarse mejor en su vida conjunta.
La vida les iba bien, hasta que Emma empezó a fatigarse con asiduidad. Fue un golpe duro aceptar que se iba apagando y que nada podía hacer para evitarlo. Se mantuvo firme a su lado hasta el último momento. Aquel día de verano supuso la caída en el vacío. No aceptó la despedida, no aceptó la soledad…así que verla caminar por la calle aquella tarde, hizo que su débil salud mental ante la pérdida, se despidiera de la completa realidad.

martes, 26 de mayo de 2009

Debajo de mi cama.

Vive debajo de mi cama, entre el suelo y el cabecero. Desde esa zona puede controlar perfectamente mis sueños…alimento de su existencia. Reposa su cuerpo oscuro sobre el polvo y la pelusa que se acumula, y los ácaros son sus compañeros.
Es un huésped silencioso, que se mueve entre las zonas carentes de luz, provocando al inconsciente para que exponga sus peores sueños, transformándolos en pesadillas.
En ocasiones puedo sentirlo, palpitante debajo de mi cama, y yo despierto entre sudor y gritos… (Qué pensaran los vecinos), a veces de pie, buscando entre la oscuridad. Otras, atino a encender la luz, y me encuentro escudriñando las esquinas de mis sábanas. El terror es irracional, y me doy cuenta en cuanto despierto de ese estado de posesión breve, pero intenso y totalmente vívido.
Hace un par de noches salió de nuevo de su escondrijo…para observarme mientras dormía, y abrí los ojos. Me lo encontré cara a cara. Y grité…desapareció...¿desperté?

martes, 19 de mayo de 2009

A corazón abierto (II)

- Te he echado de menos.
- ¿Y qué quieres que te conteste?, ¿Que yo también?
- No lo sé…
- ¿Qué vas a saber?, sólo conoces tu dolor, y ese dolor te dice que yo no estoy para curarte, para escucharte y mimarte, para darte consuelo en la pena…no oyes nada más que tu propio ego, y es tan grande que no das a mirar más allá de tu ombligo.
- No seas tan dura…he venido para pedir perdón…-su perro nos miraba como en un partido de tenis.
- ¿Y de qué me sirve ahora tu perdón?...después de las lágrimas, de las noches a solas, de esperar y no obtener, de amar, incluso, sin esperar, y no ver más que tu abandono…y ahora que empiezo a ver luz, cuando comienzo a olvidarte y seguir mi camino, apareces en mi portal… ¡diciendo que me extrañas!, ¿qué pasa con lo que yo he decidido?...
- ¿Qué has decidido?
- Seguir…simplemente.
- ¿Y yo no estoy en ese camino?
- No cabes…eres demasiado grande, y mi corazón ha encogido de tanto amarte.
- No me lo creo- callé. Yo tampoco me lo creía. El perro apoyó su pata en mi pierna, como pidiendo perdón también. Y caí. A corazón abierto.

Mis párpados se cerraron y dejaron las lágrimas resbalar. Cayeron.
Mi cabeza unió su barbilla con mi pecho, y mis hombros se encogieron hacia el interior de mi corazón.
Mi cintura se dobló por la mitad y mis rodillas no pudieron aguantar el peso…cayeron, y besaron el suelo.
Y lo único que se levantó fue mi mano para acariciar a aquel perro que había desarmado toda mi artillería cargada de rencor.

Él se arrodilló a mi lado, me miró y nos besamos.
El perro pirueteaba alrededor y no paraba de ladrar.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Con el corazón abierto.

Tu número ya forma parte de todos los teléfonos perdidos en la memoria de mi móvil. De esos que deseas marcar, o rellamar con toda el alma, pero que en el último momento, con el dedo encima del botón, no te atreves. También pasa con los mensajes. Tengo miles acumulados esperando en la bandeja de salida. Nunca te llegarán ya.
Tampoco yo recibiré tus llamadas de madrugada, esas en las que me necesitabas y yo salía contenta a tu encuentro. Y me esperabas con tu perro en la entrada del portal,que nos miraba moviendo la cola, mientras nos abrazábamos y besábamos.
Supongo que siempre esperaré que algún día aparezcas en el mío. Esperaré tu llamada o un mensaje…y aunque nos encontremos por la calle paseando, no será lo mismo, no existirá ese ánimo de reencuentro. Habrá besos, abrazos, saludos…cordiales. Y el deseo pululará alrededor.

Terminó la última frase, y cogió el cigarrillo que estaba muriendo en el cenicero. Pegó una calada y expulsó el humo a través de su nariz. Entrecerró los ojos para que no le molestara y para concentrarse en el texto recién escrito…con el corazón abierto-pensó- y sonó el móvil. Exactamente se encendió su teclado lumínico, vibró y sonó aquel tono que tanto le gustaba.

El mensaje: T he echado d menos. Toy en la puerta d tu portal, m abres?
Y escuchó al perro ladrar.

miércoles, 6 de mayo de 2009

La carta.

Hoy recibí una carta. Me cayó desde el cielo. La vi venir de repente cuando miraba embelesada la forma de las nubes. Al principio me extrañó… ¿qué es eso?, ¿es superman?, ¿es un avión?... ¡Plof!, y entonces contra mi frente se estampó.
La verdad que el hecho fue bastante curioso, así que por supuesto, abrí el sobre en blanco…carecía de remitente.
La carta estaba plegada en tres, y al abrir las dos hojas, de su interior, una mariposa de vivos colores escapó volando, dejando un rastro multicolor a su paso…como un arco iris.
Procedí a leer la extraña y corta misiva, pues no la completaba más que dos escuetas frases, y que sorprendentemente iba dirigida a mí. Rezaba así:

Querida Isabel:
Dios no te olvida.

Guardé el sobre en el bolsillo de mi pantalón y me dirigí a casa meditando sobre la misma. Cuando llegué, me senté frente al escritorio, saqué la carta de mi bolsillo y en su revés escribí:

Querido Dios:
El diablo tampoco. Es más se te ha adelantado cada mes con las cartas del banco y su hipoteca, con las del teléfono, la de las tarjetas, la luz, el agua…en fin, gracias Dios, pero llegas tarde.
Cogí la carta, la guardé en su sobre y la envié, junto con el montón de facturas…a la basura.

viernes, 1 de mayo de 2009

Juan sin miedo y Yo.

Juan sin miedo tenía un miedo que se llamaba Yo.
Juan era guapo, inteligente y decidido, pero ante los sentimientos de Yo parecía un impedido.
-No te quiero.
-No te temo.
-No contesto.
-NO.

Yo no era un miedo difícil de tratar, es más, a veces, incluso, salían a jugar. Sólo a veces, cuando Yo no se enfrentaba a Juan:
- Juan no tengas miedo…puedes contestar…con un No me basta, No me voy a molestar. Es peor esta agonía, con la que vivo cuando no estás. Es por calmar sentimientos y poderlos enterrar. No me temas Juan- decía Yo- no es mera curiosidad. No te enfades, no te ofusques…igual, sólo es, que no quieres jugar más.

Y Juan no sabe replicar: - No lo sé Yo…No te puedo contestar. Este miedo que te tengo es algo irracional...No te puedo despedir, rechazar, responder o dejar de temer. Mi miedo a ti y tus sentimientos no los puedo controlar. Haz lo que quieras Yo, conmigo no puedes contar.

Y Yo encontró la solución: - Juan lo que siento me llega al alma, y no te quiero agobiar… (Te quiero, te quiero)- no paraba de pensar – esto es muy fácil, yo me voy a retirar. Me marcho de tu lado porque ya no puedo aguantar más. No habrá así más cuestiones que no puedas contestar.

- No hay agobios.
- No hay vergüenzas.
- No hay temores nunca más...
- Adiós Juan.