Dios se sentó hoy a mi lado en la guagua. Lo reconocí por su aureola, redonda y brillante encima de su cabeza.
-Demasiado peso encima- pensé-, y él claro, al escuchar mis pensamientos, clavó sus ojos en mí. Con vergüenza, levanté mis hombros en un gesto que expresaba “siento haber sido tan sincero”.
No tuvo más remedio que bajar su mirada derrotada y asentir con la cabeza ante mi verdad. No era mi intención ser tan cruel, pero claro, ¡quién espera que Dios se siente a su lado y empiece a escuchar sus reflexiones!…
Mi cerebro echaba humo al bajar en mi parada, durante todo el camino intenté no tener pensamientos impuros. Y creo que el Diablo iba en el asiento trasero, porque no paró de reírse ante mis frustrados esfuerzos.
-Demasiado peso encima- pensé-, y él claro, al escuchar mis pensamientos, clavó sus ojos en mí. Con vergüenza, levanté mis hombros en un gesto que expresaba “siento haber sido tan sincero”.
No tuvo más remedio que bajar su mirada derrotada y asentir con la cabeza ante mi verdad. No era mi intención ser tan cruel, pero claro, ¡quién espera que Dios se siente a su lado y empiece a escuchar sus reflexiones!…
Mi cerebro echaba humo al bajar en mi parada, durante todo el camino intenté no tener pensamientos impuros. Y creo que el Diablo iba en el asiento trasero, porque no paró de reírse ante mis frustrados esfuerzos.