martes, 25 de agosto de 2009

Química en el cuerpo.

Salí de trabajar a las 11 de la noche y cuando llegué a casa lo primero que hice fue tomarme la temperatura… ¡lo que me temía!...tenía 38,5º Nada más llegar de mis vacaciones y lo que me da es una gripe como una casa. Una ironía convertida en realidad.
Al día siguiente me fui directa al médico (por el que estuve esperando media hora más de mi cita previa) que me atendió asintiendo a mis explicaciones y completando toda una lista de medicamentos:
- Este cada 8 horas, este cada 12 y este cada 24...
- ¿Perdón me puede repetir?- le dije medio perdida, medio atontada por la dichosa gripe-con cara de ¿no me explico bien?, me repitió el procedimiento a seguir con todos aquellos remedios.
- ¿Entonces no es nada grave, no Doctor?
- No se preocupe no tiene Gripe A- contundente.
Tras pasar por la farmacia, llegué a casa y vacié el contenido de la compra…entre pastillas, sobres y jarabes pensé…no tendré la Gripe A, pero de esta, con toda esta química me vuelvo radiactiva.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Esperando una llamada en Marte.

Cruzamos el mar dejando atrás Barcelona que partía en un par de días rumbo al Sur. Nosotras, sin embargo, continuamos al frente, no había combustible para otros parajes.
Aparcamos en un lugar donde las estrellas casi tocan el suelo…era como estar en casa.
Se celebraba una gran fiesta en aquel pueblo cerca del cielo, por lo que durante dos días participamos de ella (con los descansos pertinentes), imbuyéndonos de todo lo que nos rodeaba y así dejar constancia en el diario de nuestro recorrido terrestre.
Los días pasaron rápidamente, casi sin darnos cuenta teníamos que retornar al punto inicial…además la máquina del tiempo estaba exigiendo una puesta a punto…siempre se podía volver…y con más ganas, puesto que conocí a un chico al que dejé mi número de teléfono…sin embargo, ahora que caigo…¿habrá cobertura suficiente en Marte?

martes, 11 de agosto de 2009

Vacaciones en La Tierra.

Aquella noche huíamos.
Nos pisaban los talones dos acoplados que ahuyentaban cualquier forma posible de socialización. Dos personajes tristes traídos de otro mundo, desconocidos y a su vez familiares…no nos convenían ciertas compañías. No esa noche.
Y de aquella isla, despegamos hacia el norte. Aterrizamos en Barcelona y nos refugiamos entre sus palabras, a través de sus ojos y en los gin-tonic…el Sol hizo el resto con un pareo por toalla.
El día llegó a su fin con más color del que llevábamos, con conversaciones compatibles (no como Bombo Infierno) y una llamada hacia las estrellas…o más cerca, porque la nave del tiempo es lo que tiene…puedes repetir siempre que quieras.
Tengo que recordar pedirle una a los Reyes...es que Papá Noel no hace escala en Marte.

martes, 4 de agosto de 2009

En La Ilusión.

Recorríamos las calles de aquel pueblo buscando con indicaciones poco concisas una fiesta. Llamábamos constantemente al teléfono de mi hermana, pero por más vueltas que dábamos no encontrábamos la dirección correcta.
Entre risas y números, dimos con el bar La Ilusión. Ese era su nombre.
Con un luminoso a medio encender, se situaba en un callejón escaso de aparcamientos. Los coches se apelotonaban unos contra otros, sin ningún tipo de orden (una grúa municipal hubiera hecho un buen día) y parecía que todo el mundo, esa noche, celebrara en aquel lugar.
Así que pasamos de la dichosa juerga perdida en el confín de algún edificio construido en una calle sin nombre, y pedimos una copa en La Ilusión.
Tras la primera degustación a mi cerveza, comprendí lo del nombre…y allí mismo, esperamos al amanecer.