
Resido lejos de la metrópoli dislocada y abigarradamente capitalista, que acelera el espíritu y atiborra los sentidos de sabores ruidosos color petróleo. Y mi día a día, en este fin del mundo poblado de extraños caminantes devoradores de recorridos predeterminados, se mutila en el paisaje de un mar distante, pero amigo catártico, al que acudo acompañada de la boca de un cangrejo.
Habito dentro de un gentilicio, donde repito la historia de los amantes de Teruel. Y aquí, rodeada de esperanza, me aferro a un rosario, y transito asida de la mano de un pirata que cuentan habitó en el nombre de un poeta.
Y mientras mi fe escribe al calor de una vela, mis raíces se trasladan de sur a norte…porque, como mi padre, el verde siempre ha sido mi color preferido.