
Odio la falta de originalidad…a los que celebran como méritos propios el trabajo de otros. Odio a los falsos…a los que son capaces de desdoblarse en una especie de automutación hermafrodita, como una lombriz, creando personajes ilusorios e hipócritas, de esos que se creen sus propias mentiras…los odio con toda el alma. Odio a los locos, pero no a los enfermos (¡no, por dios!) sino a los que no saben disfrutar de la vida, de esta única, y se la pasan penando por auténticas banalidades. Odio los días oscuros, de los que ensombrecen el ánimo, que no el cielo. Odio a los que no saben volar, sobretodo cuando después de lecciones magistrales, siguen adheridos al negro asfalto. Odio a los que no creen en la magia, los que no entienden el significado de la palabra abracadabra. Odio a los hombres grises ladrones de nuestro tiempo, corruptos convertidos en dirigentes que nos ciegan la mirada. Odio a los que odian maltratando, jamás tendrán el perdón. Odio la impaciencia y el capricho, porque son mis peores pecados. Odio sólo en las letras porque más allá representaría a alguien que no soy…y eso, es repetirme.