lunes, 15 de diciembre de 2008

En el final de la rima.

Lo que más le fastidiaba de las novelas que solía leer eran, invariablemente, sus finales. Como esos donde, desde la mitad, sabes que el mayordomo es el asesino. O esas películas, donde el cadáver siempre aparece flotando en la piscina de una mansión. Esas ideas obvias la frustraban. Parecía que el imaginario de muchos, no caminaba más allá de esos patrones tan utilizados.
Así que se propuso participar en aquel concurso literario, promovido por la biblioteca pública de la ciudad. Quería encontrar un final que la dejara totalmente satisfecha.
Era todo un reto, porque aunque devoraba todos los libros que caían en sus manos, nunca se había propuesto formar parte de ellos. No como creadora.
Así que salió aquella tarde en busca de la inspiración. De ese halo luminoso que marcara su imaginario.
No sabía exactamente dónde buscar…qué encontrar merecedor de ser retratado en el papel, pero no descansaría hasta localizarlo.
Comenzó examinando las heridas de los árboles del parque, tan marcados por el amor.
Buscó entre las tablillas de los bancos de madera, donde a veces, se encuentran vidas por revelar, como esos: “aquí estuvo…”
Abrió las puertas de miles de baños, donde todos hemos fijado algún mensaje que merece ser meditado.
Caminó entre las paredes de los edificios, apreciando cada detalle de los graffiti que los visten de color.
Se asomó a los diques de la costa para escuchar al mar romperse contra ellos…y la danza de las gaviotas que permiten al viento ulular entre sus alas.
En la puerta de un colegio reconoció la algarabía de la inocencia y encontró la ilusión del futuro que está por llegar.
En una de las plazas, saludó a las diferentes edades de la vida. Y descansando en la terraza de un bar, imaginó el país del café.
Mientras hablaba por teléfono descubrió el cielo que la miraba, no tan azul como esperaba, pero siempre hermoso. Y entre el mapa de sus pies, las baldosas y el asfalto que nos guían.
Por la avenida principal experimentó el teatro del artista: desde los mimos que crean el movimiento con la voluntad, a los músicos que encadenan notas por tu camino.
Junto a las campanadas de la iglesia, escuchó canciones de gargantas de carnaval. Y en su cara pudo dibujar la imagen de un antifaz.
Impregnada por todo aquello, se sintió satisfecha y emprendió la vuelta a casa. Allí le esperaba la tarea más ardua: crear.
Sentada frente a la pantalla, y con un sándwich en la mano para alimentar su imaginación, comenzó la lucha contra las letras del teclado. De ellas tenía que sacar la historia con aquel final excepcional.
Y aquí me encuentro ahora frente a ti. Con esta historia sin final inventado y un principio establecido. Con esa imagen de la chica flotante que nada tiene de expectante. Con rimas fáciles en mi historia para hacerla más irrisoria.
Mi final va más allá de este papel. Lo traspasa y llega hasta ti. No hay mejor final que aquel en el que tú, formas parte de la historia. Porque delante de mi pantalla sentada, luchando con mi teclado, te he encontrado después de mi larga búsqueda. Te he imaginado. Tú, eres mi FIN
.

1 comentario:

CoCo dijo...

Ingeniosa manera de desentramar una idea y hacernos partícipes, en primera persona, de su final.