En un pasillo estrecho, angosto, tacaño al espacio y con seis ventanas colgantes, dejé un rastro de migas. Los pájaros se posaban desconsolados ante los cristales, celdas de su deseo. Y al final del camino, creado por el hambre de la esperanza, te espera la chica que conoces. No temas. No hay más.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Desde mis ventanas
Y a través de mis ventanas entra el Sol, que calienta mis manos entumecidas pegadas al cristal de la estrecha estancia. Y mis ojos no paran de buscarte en mi jardín. Entre las flores, entre los árboles y más allá…entre los valles del fin del mundo. Las mariposas cargan mis deseos interminables, y en la noche, las luciérnagas me permiten mantener la vigilia, mientras la Luna me cuenta leyendas celestes. Al amanecer, los pájaros despiertan y todo comienza de nuevo. El repiqueteo de sus picos contra el cristal deseando probar las migas que te traerán a mí. Intentan embelesar mi espera con sus trinos y distraer así mi atención del camino. Pobres, no conocen de mi constancia.
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