
Y cuando de nuevo me encontré cerca de la zona prohibida, un satélite envidioso y desesperado me separó del calor de tus palabras, encerradas, ebrias e infantiles…así me quedé. Como la lluvia de Noviembre…fría. Y la sed no sacio.
En un pasillo estrecho, angosto, tacaño al espacio y con seis ventanas colgantes, dejé un rastro de migas. Los pájaros se posaban desconsolados ante los cristales, celdas de su deseo. Y al final del camino, creado por el hambre de la esperanza, te espera la chica que conoces. No temas. No hay más.
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